La ganadora del Premio Strega se presentó en el marco del programa Ecos de la FIL, un puente literario entre la Feria y Prepas UDG
Si la promesa de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara en su edición 2025 fue que “llegarían las flores” (Vindran les flors) de la mano de Barcelona como Invitada de Honor, a la Preparatoria 5 del Sistema de Educación Media Superior (SEMS) de la Universidad de Guadalajara (UdeG) el florecimiento literario arribó con una cadencia distinta y un marcado acento italiano. La tarde del pasado jueves 4 de diciembre, la Biblioteca “Lic. Carlos Ramírez Ladewig” se convirtió en un cruce de lenguas y emociones al recibir a la escritora Donatella Di Pietrantonio, como parte del programa Ecos de la FIL.
Considerada una de las voces más sólidas de la narrativa europea actual, Donatella ha construido una obra literaria caracterizada por una prosa seca, esencial y libre de adornos. Ganadora de los prestigiosos premios Campiello y Strega —el máximo galardón de las letras italianas—, es autora de novelas aclamadas mundialmente como La Arminuta (La retornada) y L’età fragile (La edad frágil). Su escritura, que ella misma define como un acto de "poner orden en el caos", explora sin anestesia las fracturas familiares, la maternidad ambivalente y la identidad ligada a la áspera geografía de su origen.
El evento abrió con una sorpresa diseñada para sumergir a la autora en la cultura local: el Coro de la Preparatoria 5, bajo la dirección artística de la maestra Jessica Campa, tomó el escenario para interpretar La Bruja. Esta pieza más allá de ser solo una muestra de aprecio y talento estudiantil, tejió una atmósfera de intimidad perfecta para el diálogo posterior.
Al tomar la palabra, Di Pietrantonio compartió su primera impresión sobre el país. Lejos de sentirse en un lugar extraño, encontró en México una resonancia inesperada con su tierra natal, la región de los Abruzos. "Siento que hay elementos en común", explicó a los estudiantes. Observó que, al igual que en su región, en México percibe una tensión viva entre la modernidad tecnológica y un "sustrato ancestral" que sigue latiendo bajo la superficie. “Bajo la mezcla de tecnología y actualidad, hay una base histórica y antropológica que viene del pasado y que sigue viva, condicionando las relaciones”, reflexionó.
Ante la curiosidad que implicaba cómo compaginó su vida, Di Pietrantonio desmitificó la idea del escritor precoz y decidido. Confesó que durante casi 40 años ejerció como odontopediatra, una carrera que eligió al ser considerada más aceptable socialmente.
“A vuestra edad no tuve el coraje de decirme a mí misma ni a mi familia: ‘quiero ser escritora’. Elegí un camino más ‘normal’, pero este impulso que tenía dentro de escribir, esta necesidad continua no se apagó nunca. Me ha acompañado siempre”, confesó la autora. Su testimonio se convirtió en un consejo vocacional para los jóvenes, instándolos a buscar una mediación entre sus deseos y la realidad, pero sin renunciar a aquello que los apasiona profundamente.
Di Pietrantonio demostró ser una lectora atenta a las letras mexicanas contemporáneas. Al ser cuestionada sobre sus influencias, citó con admiración a Guadalupe Nettel y, muy especialmente, a Valeria Luiselli.
Se detuvo en el análisis de Desierto sonoro (Archivio dei bambini perduti), destacando cómo Luiselli aborda el drama de la migración. “Me impactó muchísimo... se interesó en el tema de la migración y ha estudiado muy en profundidad todo lo que ocurre a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos”, comentó, trazando un paralelo entre las fracturas familiares que ella narra y las disoluciones forzadas por la frontera.
En este bloque literario, introdujo una figura clave para entender su estilo: la escritora húngara Agota Kristof. Relató cómo Kristof, al huir a Suiza, tuvo que escribir en francés, una lengua ajena que no dominaba.
Esta limitación la obligó a desarrollar un estilo de “pobreza necesaria”, sin adornos. “Ese libro me habló. Es como si la autora me hubiese dicho: ‘Ahora tú debes buscar una lengua más auténtica, más verdadera... una lengua que te pertenezca verdaderamente’”, compartió, explicando cómo esa influencia fue determinante para que Di Pietrantonio abandonara el estilo “barroco y redundante” de su juventud, donde buscaba demostrar su valía mediante frases complejas, para abrazar la prosa seca, contundente y esencial que hoy la define y le ha valido el reconocimiento internacional.
Ante la pregunta de una estudiante sobre la vigencia de escribir sobre la familia en un mundo solitario, la autora ofreció una respuesta fundamentada en la condición biológica humana.
Di Pietrantonio argumentó que la familia es un “tema insuperable” en la narrativa universal porque es el escenario de nuestra vulnerabilidad original. “La familia es el lugar de nuestra primera dependencia”, sentenció.
Explicó que, a diferencia de otras especies, el ser humano nace “biológicamente incompleto” y con una “necesidad absoluta de que alguien nos cuide para sobrevivir”. Para la autora, esa dependencia inicial determina la arquitectura emocional de la vida adulta, convirtiendo a los vínculos primarios en una fuente inagotable de historias.
Hacia el cierre, ante la interrogante acerca de dónde encuentra el disfrute o la creatividad para seguir escribiendo, Donatella rompió con la imagen romántica del artista feliz.
Di Pietrantonio derribó el mito del disfrute creativo: “Debo decepcionarte, no me he divertido nunca escribiendo mis libros. He sufrido siempre mucho, pero era un sufrimiento necesario”, admitió a los estudiantes.
Definió su oficio no como un placer, sino como una “necesidad, a veces dolorosa”. Para ella, la página en blanco es el campo de batalla donde se intenta domesticar la realidad. “Escribir es un intento de poner orden, de dar un sentido y una forma a lo que en la experiencia es caótico, doloroso o que nos da miedo”, reflexionó.
Escribir, les dijo a los bachilleres, es la única manera de atravesar la oscuridad y hacerla habitable, transformando el sufrimiento amorfo en una historia con principio y fin.
Finalmente, la autora cerró el encuentro con un consejo para los aspirantes a escritores, instándolos a huir del virtuosismo y la vanidad. “Cuando escriban, no traten de impresionar a nadie. Escriban para decir la verdad. La escritura requiere coraje: el coraje de mirarse adentro y sacar afuera también las cosas que no nos gustan”, concluyó.







